De paisajes sonoros II

De paisajes sonoros, significado del sonido y emociones asociadas

Parte II

 

 Con la aparición de la música concreta en la década de 1940 y la música electroacústica lo diario como las voces, los ruidos de máquinas, el transporte se incorporó como objetos sonoros de creación musical.

Escuchando profundamente podemos percibir distintas formas, colores y tendencias de predominancia sonora.

 

Como considero Pierre Schaeffer al referirse a sus conceptos de sonido, ruido y música: nosotros reconocemos objetos sonoros en los ruidos habituales y cotidianos, incorporando al mundo musical cualquier sonido, dándole la importancia que se merece como hecho perceptivo y físico.

 

Describir, apreciar, analizar las fuentes sonoras que nos rodean: los ruidos industriales, el bus urbano, los sonidos del entorno que desaparecen nos habla de la relación hombre- entorno.

 

La inducción de situaciones estéticas a partir de la capacidad del sonido de emocionarnos: el recuerdo de una voz familiar, una tormenta o el mar podrán afectarnos, poseernos.

 

Son palabras de Murray Schafer: «los sonidos del ambiente tienen sentidos referenciales, no siendo simples rasgos acústicos abstractos, debiendo profundizarse en el estudio del significado y simbolismo atribuido a los mismos».

 

En este sentido, partiendo de las teorías de Jung sobre los arquetipos, según las cuales existen símbolos comunes a las diferentes culturas y razas, Schafer muestra cómo determinados sonidos poseen un valor simbólico

universal; siguiendo la terminología de Jung, los denomina sonidos arquetípicos.

 

Las características personales inciden en cómo el sonido es percibido, también sus antecedentes culturales y las experiencias previas en relación con él.  Es decir el sonido tiene gran capacidad de evocación que va más allá de las características reales del entorno. Tiene poder de hacernos recordar momentos, nos muestra nuevas dimensiones del medio, puede transportarnos o reconstruir un lugar.

 

Teniendo en cuenta que estos espacios son paisajes que se diluyen expuestos a su desaparición o degradación, percibiremos especies de sonidos  dominantes o secundarios que darán la característica sonora aquí y ahora

y que podrá será registro para componer un paisaje sonoro.

 

Eso nos permite evaluar en conjunto -en una equivalencia a la escucha musical- la vivencia de recorrer, registrar, componer una experiencia sonora y de comunicación entre todos.

 

Recorrer los espacios, reconocer sus sonidos, identificarse con ellos, recoger las muestras de los mismos. Componer esa experiencia en algo familiar o imaginario. Ir desde la identificación sonora hasta la comunicación simbólica, y significante, reelaborando o reinterpretando lo meramente técnico: frecuencias, mezclas, texturas.

 

Esta propuesta no pretende ser meramente documental sino de acceso a varios niveles de significantes.

 

El espacio que escuchamos no es solo un contenedor de toda la materia existente, sino una zona que adquiere forma a través de nuestra experiencia multisensorial en la que la escucha participa determinantemente en la creación del lugar. De este modo presencia y recuerdo, por el discurrir histórico del lugar, adquiere un sentido personal o colectivo del espacio nombrado o representado.

 

Realizar una escucha comprensiva y limpia, en conjunto con una comunicación poética del entorno sónico, nos permite un nivel de conciencia ambiental más profunda y un conocimiento más sensitivo de las personas que participan de la experiencia.

 

El hombre ha desarrollado un complejo proceso para depurar el sonido y seleccionarlo a través de su evolución y adaptación al medio. Siempre supo que los sonidos van íntimamente ligados al resto de los sentidos, por eso ha dado importancia extrema a la elección del lugar para vivir en base a sus cualidades sonoras.

 

Debemos recuperar el equilibrio entre todos los sentidos, trabajarlos en forma conjunta y utilizarlos de manera creativa para evolucionar saludablemente en nuestra casa común.

 

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